miércoles, 22 de septiembre de 2010

Misery

Mi vida siempre fue mirar hacia adelante. Hacia atrás no tengo jurisdicción, me declaro incompetente

(El secreto de sus ojos)



A lo lejos era incapaz de visualizar tus ojos, pudiendo sólo angustiarme por lo que por ellos pudiera estar pasando. Qué mala es la ignorancia, la expectación, la preocupación.
Esperaba nervioso mirarte directamente, mirarte muy fijamente, como pocas veces lo he hecho, porque sabía perfectamente que no soy capaz de decir con palabras ciertas cosas, y que tú, y sólo tú, eres capaz de ver en mi mirada muchas cosas más, de entender lo que quiero decir evitándome esas incómodas situaciones que nunca nadie me enseñó a sobrellevar. Nací en gran parte autómata, pero tú me pusiste los ojos de una persona, los hiciste profundos, para poder ver y ser visto; son todo tuyos, y, por eso, esperaba que esa primera mirada explicase todo cuanto fuese posible.
Pero no la hubo; tú mirabas fijamente la carretera, yo callaba. De fondo, una guitarra flamenca. Es bonito, ¿verdad?, dijiste. Pero mirabas la carretera. Las lágrimas comenzaban a caer por tu cara, yo lo notaba pese a que en la penumbra apenas si distinguiese tus rasgos.
Llegar y oirte llorando, desarmada. Eso sí que me desarma. No puedo, de verdad que no. No quiero. No lo acepto. En la cama sentados me cuentas que hay un abismo, que eres desgraciada, que el mundo... qué coño, que él te ha hecho mucho daño. Pero que te alegras de que haya sabido actuar de forma madura, y haya hecho la más incómoda de las visitas. Y es que estar de visita con quien deberías estar visitando... qué juego de palabras tan macabro en estos momentos.
Sigues hablando, aunque hace un rato que no te escucho; sé lo que estás diciendo, de todos modos.
Oirte llorar, eso sí que me destroza, me desgarra. Mírame, mírame a los ojos y atrévete a plantarle cara al mundo. Mira, ve más allá de toda esta mierda. Tu desgracia es tuya, nadie te la va a quitar: convive con ella hasta que decida irse, ya lo ha hecho una vez. Él era tu desgracia.
Le diste tus ojos, tu vida, todo. Pero ya no. Nunca más. Tus ojos tienen que volver a ser tuyos. Mírame fijamente y sécate las lágrimas. Abre los ojos, ¡ábrelos, coño! Vive, tienes toda una vida por delante.
Y mientras tanto, sólo puedo acompañarte en el llanto, y no separarme de ti. Pero no dejes que nos destrocemos juntos, no dejes que el barco se hunda.
Dices tener fe en estos momentos... ¡vale, como quieras! Pero déjame tener fe en tí.


1 comentario:

  1. Me ha llegado Lamsfus.. tiempo, tiempo, tiempo y estar siempre ahí para quien te necesite.
    Te quiero, y estoy aquí también para cuando tú me necesites.

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