en la noche de nuestras miradas

Cuando anochece
se estremecen los pinos
y no es de frío
[Mario Benedetti, Rincón de Haikus]

Hoy, me he asomado al vacío.

¿Alguna vez habéis pensado qué hay más allá? Tenemos nuestro mundo, dentro de un universo que, aunque finito, es ilimitado, pero fuera, qué hay. ¿No os ha pasado que, al pensar en eso, la palabra Nada os recorre desde la cabeza a los pies, como una descarga eléctrica, como un puño que te aprieta desde la garganta hasta la boca del estómago? La Nada, al menos a mí, me provoca angustia; puede ser sólo una décima de segundo, pero mi mente queda marcada, y esa sensación queda latente, esperando a que vuelva a asomarse al vacío para tomar mi pecho.

Cuando hoy te he visto, como siempre que te he visto, en tus cosas, en tu mundo, tus ojos perdidos han desatado esa misma angustia. Ha sido incómodo, aún estoy desequilibrado; me molesta tanto no entenderme, yo que creo conocerme. No sé por qué esa sensación, no lo entiendo... ¿por qué me ocurre si no siento nada por ti, si hace mucho que no hay absolutamente nada? Poco a poco, he estado pensando, y me he dado cuenta de algo: si no hay nada, mirarte a los ojos, para mí, es como asomarme a ese vacío que tanta angustia me produce. Ahí debería haber algo, en mi mirada, en tu mirada, aunque fuesen recuerdos. Pero no hay Nada. Y creo que eso es lo que me angustia al verte, es lo que me encoge durante un instante ínfimo, pero que queda ahí como el pensamiento que antes contaba.

Alguien me ha dicho últimamente que la serenidad sólo llega cuando cerramos las páginas del libro que habíamos abierto; si no se cierra de la debida forma, los monstruos que hay dentro pueden salir. No lo hicimos bien, no cerramos el libro, más bien lo quemamos, creyendo olvidarnos de todo así. Pero no hubo paz, y ahora, mirando una cara que me debería resultar entrañable veo una negrura que me recuerda que no actué bien, que tú actuaste aún peor. Y que, a pesar de todo, seguimos falsamente actuando como si el libro reposase tranquilamente en su estante, en vez de tratar de cerrarlo de una manera civilizada. Quisiera recordarte, sin que pienses ególatramente que eres algo para mí, que ese libro está reducido a cenizas, tú lo provocaste.

Hoy me he asomado al vacío otra vez, y en su completa negrura he perdido parte de mí, un año y medio al que no quiero asomarme, porque la Nada me angustia.

Rachael Yamagata – Duet