martes, 29 de noviembre de 2011

Cómo hablar y estar ausente



El norte de España es un lugar muy distinto. Superan el cliché de familia tradicional española, dando un paso más allá, con frialdad y rigidez. Ni saliendo de los libros con las más castizas historias completaríamos ciertos cuadros que se pintan por aquellos lares.

Los trapos sucios se lavan en casa. Si se lavan. El método es la indiferencia y la independencia. Una independencia rayana en lo enfermizo, en lo antinatural. He sido creado a imagen y semejanza, y me resulta prácticamente imposible expresar con naturalidad mis pensamientos más íntimos. Quiero decir, soy capaz de hablar, hablar y hablar, a lo sureño. Sin parar. Dar opiniones, contar historias, contar mi vida. Pero sin decir una palabra realmente de lo que soy yo, o al menos de lo que yo pienso que soy, de lo que yo pienso sobre lo que yo pienso; a lo norteño. No sé si me explico.

Sé que, si no viniera de donde vengo, sería carne de psicólogo, para tratar mi total imposibilidad de ser franco (al menos verbalmente) en cuanto a temas emocionales con los más allegados. Contadas son las personas a las que soy capaz de decirle que las quiero sin ruborizar. Es como estar configurado para una patéticamente estúpida frialdad verbal. Lo que decía, si no fuera porque vengo de donde vengo, todos carne de psicólogo. Se pondrían las botas si le saliéramos tan dicharacheros como Woody Allen. O si fuésemos argentinos (esos tíos son adictos al psicoanálisis).

Sin embargo, esa incapacidad de expresarse nuestro cuerpo tiene la necesidad de soltarla por algún lado, aunque sólo sea en cierta medida, y sería para estudiar entonces nuestro lenguaje no verbal. Con un abrazo tratamos de decir mucho más, le echamos un empeño sobrehumano para transmitir lo que de otra manera somos incapaces.

Antes hablaba de trapos sucios... pues bien, tengo ya algo claro, que, qué quiere usted que le diga, a mí no me gustaría lavarlos de otra manera. Odio las charlas, las conversaciones "corazón a corazón". Que sé que es por mi configuración algo deshumanizada, vale, pero aún así me ponen nervioso, sudo, me ruborizo, me expreso mal... y no hay cosa que me dé más rabia que no explicarme. Me encanta ser claro. No creo que se laven con grandes coloquios, mire usté!
Para mí, los trapos sucios se lavan con lágrimas. Lágrimas, y a frotar con ganas. Una lágrima me lava a mí diez años de males hechos, o de males recibidos. Una lágrima, sólo una, me repara más que diez mil perdones y palabras bonitas. Me demuestra que, pese a que quiera controlarlo, su cabeza es incapaz de retener toda esa pena, todo ese arrepentimiento, toda esa alegría, incluso.

Por eso, lo admito, lloro. Cuando me hace falta, cuando mi cabeza no encuentra las palabras, cuando controla en exceso mis palabras, o me retiene demasiado en mis actos. Y no me avergüenzo, y quiero seguir haciéndolo con la frente bien alta, cada vez que sea necesario.
Porque no sé hacerlo de otra manera, o porque es la que me parece más sincera, qué sé yo.

Y con esto llego a la conclusión que quería: odio ese convencionalismo absurdo que hace que esté mal visto llorar en público (incluso en las situaciones en las que parece más que comprensible parece que hemos de contenernos), y que tiende a relacionar serenidad con frialdad. Pues no, joder. La serenidad es el llanto tranquilo y natural, el que cae poco a poco sobre una mirada triste. La serenidad es el sosiego que te queda cuando dejas escapar esa ínfima parte de tu pena que iba a rebosar a través de los ojos.

Por eso unos de mis versos favoritos, de los que me marcan más profundamente cada vez que los leo, son estos:


“Llora nomas botija
son macanas
que los hombres no lloran
aqui lloramos todos.

Gritamos berreamos moqueamos chillamos
maldecimos
porque es mejor llorar que traicionar
porque es mejor llorar que traicionarse.

Llora
pero no olvides.”

[Hombre preso que mira a su hijo - Mario Benedetti]

2 comentarios:

  1. Se echaba en falta que volvieses... pero ni de coña me imaginaba que sería con esta pedazo de entrada. Me ha transmitido muchísimas cosas.
    Sublime Fus!!

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  2. Quiero decir, soy capaz de hablar, hablar y hablar, a lo sureño. Sin parar. Dar opiniones, contar historias, contar mi vida. Pero sin decir una palabra realmente de lo que soy yo, o al menos de lo que yo pienso que soy, de lo que yo pienso sobre lo que yo pienso.

    Joder, los pelos de punta, te entiendo, y llorar es una manera de expresarse tan necesaria como reirnos, te lo dice la número uno en desahogarse de esa manera. Estoy volviendo a no tener miedo a llorar cuando quiero, porque me siento bien cuando lo hago. Te quiero muchísimo, y te echo mucho en falta y hoy he llorado porque no te puedo dar un abrazo..ahora mismo.

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