Cuando vemos siempre a las mismas personas terminamos haciendo que pasen a formar parte de nuestras vidas. Y como ellas forman parte de nuestras vidas, pasan también a querer modificar nuestras vidas. Y si no somos como ellas esperan que seamos, se molestan. Porque todas las personas saben exactamente cómo debemos vivir neustr vida. Y nunca tienen idea de cómo deben vivir sus propias vidas.
[Paulo Coelho - El Alquimista]
Desde que tienes uso de razón, sabes que hay algo en ti que no va bien. Que no cuadra.
Es obvio que nadie puede llegar a entender el mundo. Yo diría que ni lo más mínimo. Pero tú eres un de esos sujetos que no pueden sumarse a algo que no comprenden, que necesitan tener razones, si no demasiado lógicas, que al menos atraigan a tu espíritu.
Tú sentías que el mundo iba a un ritmo y tú a otro, que actuaba de una manera para ti totalmente incomprensible. Pese a ello, intentabas una y otra vez unirte a él. Tratabas, fútil y vanamente, de responder de la manera que estaba convenido. Pero sólo conseguías desesperarte, viendo como todas tus buenas intenciones caían en saco roto, y cómo tu adolescencia se perdía entre quieroynopuedos.
Un día te diste cuenta de que te hacías mayor. Llegó casi de repente, tan repentino como fue tu primer pensamiento verdadero admitiendo que no eras lo que el mundo quería de ti. Que no lo habías podido ser nunca, y que quizá nunca lo llegaras a ser. Que, muy probablemente, era bastante más realizable la ya de por sí lejana meta de llegar a ser lo que tú quieres de ti.
Entonces, te planteaste una nueva duda, quizá más grande aún que la anterior. Ya desvinculándote de lo que el mundo pudiera esperar, quedaba la tarea de aclararte sobre lo que tú mismo esperabas. Y te resultaba harto difícil saberlo, tanto tiempo como habías estado sin plantearte esa clase de preguntas, tomándolas prestadas, prefabricadas, de los convencionalismos al uso. Aún te lo sigues pensando, es una respuesta que construyes día a día, teniéndola a cada paso un poco más clara. Es un camino que se vuelve a veces muy complicado, muy confuso, pero tienes ánimos suficientes.
No obstante, al ponerle tantas energías a tu propio camino, has descuidado el resto. Casi sin darte cuenta, has ido olvidando lo que era tratar de estar en paz con el mundo, y empiezas a darte cuenta de que el mundo responde agresivamente a tu indiferencia. Soporta que le odies, le encanta que lo idolatres. Pero el saberse prescindible sólo consigue provocar su furia. Es una antigua verdad que se ha topado contigo en un momento en el sientes más que nunca la desconexión.
Te has vuelto tan independiente, que no eres capaz de admitir que los demás dependan lo más mínimo. Que, aunque muy alejada de la intolerancia, tu indiferencia te hace incapaz de reaccionar. Tienes un frágil equilibrio que no aceptas que nadie venga a cuestionar, y los ataques contra tu paciencia te hacen más daño del que eres capaz de reconocer.
Pero, en parte, sabes que tienes razón. Por la misma razón que supiste desde el primer momento, porque no te quieres sentir igual, porque no quieres pertenecer a ese mundo. Ese mundo que te dice todo el rato cómo tienes que ser, que te echa en cara tu indiferencia, que te echa en cara que no te esfuerces por hacer lo que hace todo el mundo. Y tú, lo único que piensas, es que si el mundo invirtiera la mitad de ese esfuerzo que invierte en cambiarte en reflexionar sobre sí mismo, decidiría que necesita un cambio radical.
Lo ves día a día, por la calle. Y te reafirma. Pero lo peor de todo es que la frustración siempre está ahí. Al fin y al cabo, es tremendamente egocéntrico y estúpido el sentirse tan diferente. Porque no lo eres; si no, no te dolería tanto no serlo.
Te has vuelto tan independiente, que no eres capaz de admitir que los demás dependan lo más mínimo. Que, aunque muy alejada de la intolerancia, tu indiferencia te hace incapaz de reaccionar. Tienes un frágil equilibrio que no aceptas que nadie venga a cuestionar, y los ataques contra tu paciencia te hacen más daño del que eres capaz de reconocer.
Pero, en parte, sabes que tienes razón. Por la misma razón que supiste desde el primer momento, porque no te quieres sentir igual, porque no quieres pertenecer a ese mundo. Ese mundo que te dice todo el rato cómo tienes que ser, que te echa en cara tu indiferencia, que te echa en cara que no te esfuerces por hacer lo que hace todo el mundo. Y tú, lo único que piensas, es que si el mundo invirtiera la mitad de ese esfuerzo que invierte en cambiarte en reflexionar sobre sí mismo, decidiría que necesita un cambio radical.
Lo ves día a día, por la calle. Y te reafirma. Pero lo peor de todo es que la frustración siempre está ahí. Al fin y al cabo, es tremendamente egocéntrico y estúpido el sentirse tan diferente. Porque no lo eres; si no, no te dolería tanto no serlo.
Esta entrada me vuelve a despertar una sensación que tengo desde hace unos años, sobre todo desde que dejé el colegio y empecé a sentir que ya no era un niño creado a imagen y semejanza de todo aquello que los demás habían pretendido que yo fuera.
ResponderEliminarNo es que me sintiera rebelde de repente, simplemente empecé a darme cuenta de que alguno de los caminos que quiero tomar no se corresponden con aquello que “el mundo” quiere de mi. Esto afecta a muchos aspectos de mi vida.
Creo que mientras que no tenemos demasiada madurez permitimos que el mundo nos encasille y nos diga quienes y como somos, de manera que sea imposible tomar nuestras propias decisiones pero cuando uno se empieza a plantear las cosas y, sobre todo, cuando uno empieza a conocerse a sí mismo se da cuenta de todo lo que el mundo no quiere que seamos y, sin embargo, queremos ser.
No se trata de mostrarse indiferente ante lo que nos rodea y los que nos rodean, es más, necesitamos impregnarnos de ellos, pero sí se hace necesario silenciar todo el ruido exterior que nos impide escucharnos y mantener conversaciones con uno mismo. Sólo de esa manera elegiremos los caminos adecuados (y también nos equivocaremos, pero por nosotros mismos) y seremos capaces de sonreírle a ese mundo que muchas veces se presenta tan poco apetecible.
Estupenda entrada, como siempre! :)