Ante el Príncipe Bastardo, Sikrosio se sintió súbitamente humillado: pobre, tosco, sin tropa, sacrificado, mal retribuido. Violentamente, odió al Rey; al Príncipe, simplemente, le envidió.
[Olvidado Rey Gudú - Ana María Matute]
En los últimos tiempos me estoy dando cuenta de que estoy cambiando bastante, sobre todo en cuanto a mi forma de ver el mundo. Yo, hablador empedernido y gritador profesional en reuniones, me veo cada vez más callado, tanto más cuanto más grande o variopinto es el grupo en el que me encuentro.
Creedme, es una sensación tan extraña como inevitable: me abstraigo, me pierdo sin atender en especial a ninguna conversación, y casi siento que mi mirada se escapa de mis ojos, y sobrevuela la zona un metro por encima, escudriñando todo al milímetro, como con unos prismáticos que me permitieran, oh prodigio, ver en el interior de las seseras de los demás. No sé, a lo Donnie Darko, pero sin la parte de efectos especiales, conejos muertos y tíos zumbados. Creo.
Puediérase pensar, siguiendo, que estoy aprendiendo a comprender a la gente, pero bien al contrario saco cada vez menos conclusiones y más preguntas. Sólo soy capaz de fijarme en lo curiosos que somos. Y es que hasta los que son anodinos me resultan curiosamente anodinos. No sé, como si hasta el ser más zafio y aparentemente falto de interés me fascinara (aunque a la vez me pueda repugnar, dicho sea de paso). De hecho que me estoy volviendo cada día más misántropo, pero bueno, eso lo dejo para otro día.
A la vez, me resulta cada vez más difícil encontrar empatía con la gente, algo que antes tenía bastante innato. Soy sensible a lo que les ocurre, pero me cuesta conectar. Así que supongo que una parte de empatía no he perdido; puede que sólo tenga algo dejado mi interés por abrir mundo. El caso es que, en este estado en el que me encuentro, o de esta manera de la que soy ahora mismo (y aquí viene el porqué de la cita del principio), cada vez me obnubila más ese tipo de personas que es capaz de atraer sobre sí todas las pasiones de los demás. No digo ya ser el centro de atención (hay gente con bastante poco encanto que lo consigue, esa puede que tenga más mérito, pero la verdad es que le veo poca utilidad), ni destacar tanto en algún aspecto que provoques admiración (hay personas del tipo que he dicho que obnubilan sin tener nada especial, y personas que provocan admiración pero después no son demasiado populares).
Por eso me interesan tanto, me gustaría investigar sus cerebrillos y mirar qué hay dentro, qué hay en sus conexiones que les proporcionan un gesto o una palabra carismática. Carisma, esa es la palabra. Qué complicado debe ser conseguirlo, en el para mí improbable caso de que sea posible adquirirlo ya adulto.
Yo no tengo ni idea del tema, obviamente (supongo que para eso están los psicólogos y los sociólogos), pero, según lo que he visto, hay varios factores que combinados pueden producir una bomba de seducción. No sé cuáles serán, pero para mí tiene menos que ver con el físico que con el lenguaje gestual que utilizan, socialmente perfecto, podría decirse que ensayado, pero hasta el punto en que queda natural. Pues eso, resumiendo, me resulta muy curioso cómo hay personas que adquieren el papel de "actores del carisma". Son personas curiosas, que normalmente no me interesan demasiado per se, pero en las que veo tal efecto sobre los demás que me llevan a intrigarme sobre cómo piensan en lo que hacen.
Pero bueno, para qué montar una tesis aquí si probablemente el carisma ya no tenga ningún sentido: en este mundo nuestro está claro que siendo guapo y listillo llegas a lo más alto. Y te puedes ahorrar lo de listillo siendo hijo de
Joder, siendo así creo que sólo me quedará la opción de buscar un buen enchufe (enchufársela a una muchimillonaria rusa, por ejemplo). Eso sí que no falla.
Y diréis, ¿este desvarío a qué viene? Pues a que leí ese pasaje del libro y ese mismo día vi una película en la que un personaje algo tontorrón les dice a una carismática y enigmática pareja: Yo tan sólo quiero que me quieran, ¿sabéis? A lo que ellos responden: Cuando se desea tanto, el amor no existe, sólo las pruebas de amor. ¿Estás dispuesto a darnos una prueba de tu amor? [The Dreamers - Bernardo Bertolucci]
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