Esto lo escribí hace un tiempo, pero llevo uno de esos días en los que me apetecería tomarme una cerveza en el Pantin, o en el sofá atrapador. Para revivirlo todo. Para vivir de verdad otra vez.
Si
hay algo de lo que los belgas pueden estar orgullosos, estarás de
acuerdo conmigo en que no es de su capacidad para organizar y
administrar un país. Puede que ni siquiera puedan presumir de
ejemplo de representación de un continente. Tampoco somos nosotros
un gran ejemplo, de todos modos. Entre tú y yo, para mí que lo de
“capital de l'Europe” a muchos bruselenses les sigue sonando a
farol.
De
lo que más orgullosos deberían estar los belgas es, en mi opinión,
de su cerveza. ¿Que has pedido República Checa? Bueno, algo habrá
que se deje beber por allí... yo no soy un gran experto, pero
considero que toda persona que se vaya de Erasmus debería saber
ciertas cosas sobre la cerveza.
La
elección del tipo de cerveza
El
tipo de cerveza es lo más importante... hasta el menos experto sabe
que nada tiene que ver una cerveza de trigo con una de cebada. Una es
más dulce y generalmente espesa... además, se suele servir a
temperatura ambiente. La otra es más amarga y líquida, y la gente
la prefiere bien fría normalmente.
La
primera vez que pedí una cerveza de trigo en Bélgica me miraron
extrañados, diciendo que de eso no tenían. Recuerdo lo chocante que
me sonó que aquellos expertos cerveceros no supieran de qué les
hablaba... Con el tiempo descubrí que no es lo único chocante de
los bruxellois
(permíteme la licencia, suena bastante mejor que bruselense). Por
ejemplo, parece que les gusta gritar en los bares tanto como a
nosotros, pero después contigo hablan muy bajito (he aquí una
paradoja que la ciencia debería estudiar profundamente...).
Pero
no quiero desviarme, ni confundirte: la elección del tipo de cerveza
es complicada. Piensa que es normal, pues, al fin y al cabo, ¿quién
es capaz de saber si algo le va a gustar antes de probarlo? Pues
bien, no lo diré muy alto por si alguien piensa que es una obviedad,
pero la respuesta es que NO LO SABES. Y no te engañes, no lo vas a
saber nunca. En ningún aspecto de la vida. Así que déjate llevar
por el instinto, como yo me dejé llevar por el gusto por el francés
en mi elección de Bélgica como país de destino.
Pero
el instinto no es lo único que cuenta... prueba con el olfato para
ayudarte a decidir, haz que tus sentidos vayan captando ideas de cómo
puede ser esa cerveza que te están ofreciendo. Yo olía cosas en
Bruselas. Olía, realmente, mezcla de muchas cosas, para algunos
puede que demasiadas (a lo largo de la historia ha habido gente muy
sabia que ha gustado de las cosas más tranquilas; yo siempre he sido
menos exquisito, o más ansioso, no sé).
Olía,
decía, algo vivo, cambiante. Porque Bruselas no es una ciudad
tranquila, a veces es incluso demasiado bulliciosa; si vas alguna
vez, intenta pasar dos días distintos por la misma plaza, verás
cómo no tiene nada que ver. Y es que los lugares de Bruselas, como
su cerveza, dependen de la situación, de la compañía… y del
espectáculo que cada asociación o administración haya decidido
montar ese día. Apréndete el significado del verbo bouger
si vas a Bruselas alguna vez.
Pero
no nos quedemos sólo con Bruselas… ¡hay en el mundo tantos
lugares que huelen a tantas cosas! A mí la cerveza me sirve para
captar y recordar el olor de todos aquellos que he pisado.
En
cualquier caso, escojas el tipo de cerveza que escojas, recuerda que
no hay lugar en el que no haya alguna realmente deliciosa. A mí me
gustó la belga, pero no soy yo quién para adivinar cuál es la que
más te va a gustar a ti.
La
elección del vaso
No
le des a este punto menos importancia de la que tiene, no en vano una
de las obsesiones de los belgas es que la cerveza, además de ser
buena, necesita ser servida en el vaso adecuado para que uno la pueda
disfrutar completamente. No quiero decir que no se pueda disfrutar
una cerveza en un vaso viejo y destrozado; al contrario, soy de los
que piensan que mientras que esté muy limpio, cualquier recipiente
puede ser apto, e incluso tener mucho más encanto.
Pero,
en cualquier caso, es algo que hay que plantearse: el recipiente de
la cerveza es casi tan importante como el recipiente en el que tú
vives. Es cierto que no van a ser los que definan tu cerveza o tu
estancia, pero créeme cuando te digo que va a ser una de las cosas
que más recuerdes.
Sé
que puede ser muy complicado elegir el vaso, pero te cuento lo que yo
hice: busqué uno que fuese grande, para poder compartir mi cerveza
con mucha gente, y traté de que no fuese más caro que la propia
cerveza. También te aconsejo que te procures compañeros de piso que
limpien los vasos tan a conciencia como tú, para no entrar en
conflictos. Yo soy de los que sólo comparte el vaso con personas que
realmente valoren la confianza que supone el hecho de compartir el
vaso.
No
desesperes si no encuentras un vaso de tu agrado, rara vez hay amor a
primera vista. Y además, el tiempo que te pasas en el bar eligiendo
tu cerveza es, como los días que pasas en el albergue buscando piso,
probablemente el tiempo en que más amistad hagas con los de
alrededor, pues comparten tu indecisión y confusión. Disfruta del
proceso de búsqueda, porque, como te digo, es otra experiencia.
La
cerveza bien tirada
Llegamos
a la parte técnica. Ya puedes tener las mejores condiciones de
conservación, el mejor grano, el agua más pura, el vaso más
increíble... que como esté mal tirada, no va a tener mucho futuro.
Puede que al principio no te des cuenta, pero ya verás al final cómo
te acaban asqueando las cosas sin fuerza.
Por
eso, no empieces muy duro. Tampoco tirando la cerveza. Ve subiendo y
bajando, echando más cantidad o menos, acercándote y alejándote
del vaso. Si pegas siempre la botella al vaso, se te quedará sin
fuerza, pero como no la arrimes un mínimo de vez en cuando, la
espuma va a rebosar.
El
secreto en la Erasmus, como en todo en la vida, es ir variando para
no aburrirse. Habrá épocas en las que te apetezca la cerveza con
más espuma que en otras; es importante, pienso yo, saber medirse.
Cómo
y cuándo beber la cerveza
Quién
soy yo para decirte cómo beberte tu cerveza. Yo, al menos, no
admitiría que nadie me dijese cómo tengo que beberme la mía.
Porque sobre esto no hay nada escrito, y es verdaderamente importante
que tú encuentres tu manera. Cada uno es libre de beberse su cerveza
como le resulte más agradable. Hay a quien le gusta fría y a quien
le gusta caliente. Hay a quien le gusta rápida para poder probar
muchas más y hay a quien le gusta más lenta, para degustar
perfectamente las pocas que bebe.
Como
ya te decía antes, mi consejo es que te adaptes a la situación,
pero añadiendo tus propias reglas y gustos. Por ejemplo, cuando
salía el sol me llevaban mis compañeros belgas a la plaza o parque
más cercano con una cerveza, para organizarnos y pensar bien los
proyectos (¿he dicho que estudio arquitectura?). Pero había días
en los que la cerveza era el merecido descanso después de todo un
día pateándome Amberes para conocer los proyectos urbanísticos
sobre los que tenía que investigar.
Sin
embargo, la cerveza, como toda bebida alcohólica, si la bebes
demasiado deprisa te puede sentar mal. Piensa en tu Erasmus como una
bebida también; hay que tomarla con organización, para no
arrepentirte después de las elecciones tomadas, pues tu tiempo es
escaso, y aquí está mi mayor advertencia: aunque la Erasmus no sea
una bebida que produzca borrachera, tiene efectos muy agobiantes,
como acelerar el paso del tiempo de manera asombrosa.
Dónde
beber tu cerveza
Esto
sí que es complicado de aconsejar… mi máxima es que en la
variedad está el gusto.
En
relación a lo que antes te decía del tiempo, hay tantos lugares
donde puedes beber cerveza que hay que organizarse bien... yo tenía
un calendario, por así decirlo, apretado. Si algo he aprendido, es
que no hay lugar malo si te apetece tomarte una cerveza. De verdad,
te hablo desde la experiencia; mira, un rápido recuento: empecé
tomando cervezas por el centro de Bruselas, cuando conseguí piso,
empezamos a investigar las cervecerías del barrio. Posteriormente,
mis compañeros belgas de clase me fueron enseñando lugares
alrededor de la facultad. Más ambicioso, seguí buscando lugares por
Berna, Lausanne y Basilea, en un viaje a Suiza con mi clase de
proyectos. Estuvo bastante bien, pero sólo consiguió abrirme el
apetito. Intenté saciarlo con pequeños saltos a las zonas próximas
de Alemania y un conocimiento profundo de cualquier ciudad de
Bélgica, pero ni siquiera los exquisitos sabores de Amberes o Brujas
consiguieron saciar mi curiosidad. Por eso di el salto a Finlandia, y
me la recorrí de este a oeste (admitámoslo, de norte a sur sería
demasiado recorrer, sobre todo a -30 ºC) buscando, he de decir que
sin demasiado éxito (en su favor, diré también que para lo
mediocre que es su cerveza es increíble las muchas veces que
volvería). Con el buen tiempo cogimos una furgoneta y nos fuimos por
Hungría, Eslovaquia, República Checa, parte de Austria... Budapest
es un gran sitio para hacer lo que sea, aunque sea cierta la calidad
superior de la cerveza checa. En la Ópera de Viena no se puede beber
cerveza, pero puedes entrar en el gallinero por el precio de una. A
continuación me dediqué a realizar el segundo tour de Bélgica
patrocinado por mis clases de urbanismo, incluyendo ya pueblos en los
que es más fácil encontrar cerveza de trigo que una montaña, y ya
sabes lo que te he dicho de la cerveza de trigo en Bélgica, así que
imagínate lo llano que puede llegar a ser...
Si
te resulta demasiado lioso, te diré que siempre vuelves al mismo
lugar, al que sientes como tu rincón en el que la cerveza te sabe
como en ningún sitio. Te apuesto lo que quieras a que de Erasmus
encontrarás tu sitio preferido del mundo (hasta el momento), igual
cada cinco minutos.
Con
qué acompañar tu cerveza
Qué
maravillosos son los belgas, dirás hasta ahora... pues hay cosas en
las que pierden. Los acompañantes de tu cerveza, por ejemplo.
La
tradición en algunos bares es acompañar tu cerveza con granos de
cebada. A mí me resultaba demasiado amargo y nunca los tomaba. Con
esto aprovecho para dejarte claro que muchos intentarán llevarte al
camino de lo que “tradicionalmente” hay que hacer, tanto mientras
te bebes una cerveza como durante la Erasmus en general.
Y
esto es algo que me mosqueaba bastante, porque yo soy el que decido
con qué acompaño mis cervezas, en qué ambientes y por qué
razones. No sé si me explico del todo bien… pero supongo que me
entiendes. Al final, la única conclusión a este respecto a la que
he podido llegar es que hay que probar todo lo que te ponen para
acompañar que te parezca apetecible, pero no caer en empacheras
tontas, sobre todo con alimentos que posiblemente no sean los que más
te interesan, sino los que más interesan a otros.
Con
quién acompañar tu cerveza
Este
punto está muy relacionado con el anterior, y, aunque sé que en
casi todos te he dicho que era de los más importantes, te advierto
que aquí sí que llega el punto básico.
Intentaré
ser muy breve, porque te aseguro que, desde el primer día en un
albergue, hasta que encuentres (!) un piso, pasando por tus primeras
clases, en seguida vas a saber con quién quieres acompañarla. Yo,
personalmente, siempre huí de los que sólo querían beber cerveza
española. Pero no puedo negar que la cerveza que más repites es,
inevitablemente, la de casa... tienes muchos más prejuicios que
romper sobre ella de los que piensas. Tiene mucha más variedad de la
que crees.
Y
es que no es malo, en mi opinión, siempre que sepas guardar el
equilibrio y te conviertas en un gran conocedor de la cerveza
autóctona. Tuve la suerte de ser invitado a las mejores cervezas de
cada país, o al menos así me lo parece, la suerte de acercarme a
gente que parecía tener el don de la ubicuidad, llegando a todo,
viajando a todas partes, saliendo a toda clase de sitios, leyendo,
aprendiendo, riendo...
Pensamientos
tras dos cervezas
Ahora
que las dos cervezas que me he tomado mientras escribía esto me
están haciendo efecto, te daré ciertas pautas para saber aplicar
los consejos anteriores: el tipo de cerveza importa bastante poco. Al
principio ninguna cerveza es del agrado total del que la bebe, casi
siempre es al segundo sorbo cuando uno le encuentra el verdadero
valor. Y según sigues no paras de encontrarle nuevos matices; el
vaso es un pedazo de cristal (podría valerte hasta un vaso de
plástico), no seas quisquilloso, porque sólo puede ocurrirte que
recuerdes aún con más gracia la cerveza que bebiste en el
recipiente más extravagante o asqueroso; la cerveza bien tirada...
aquí no me voy a llevar la contraria, sólo decirte que eres tú el
que mejor sabe cómo te gusta de presión. Más floja, más fuerte,
más fría, más cálida. Haz que tu paladar conozca muchos lugares,
huela muchos ambientes, aprenda de muchos profesores y compañeros...
en definitiva, acompaña bien tanto tus momentos con cerveza como
aquellos sin cerveza.
Te
decía al principio que a algunos lo de capital de Europa les sigue
sonando a farol. No me retracto. Pero sí he de explicarme, porque
puede sonar mal: realmente, tras un año en Bruselas pienso que no es
necesario hablar de una capital. Porque no pienso que exista una
ciudad paradigma de la Europa que a veces nos imaginamos desde
España. Porque creo que, de hecho, cada ciudad es desastrosa a su
manera (aunque Bruselas pruebe casi todas las maneras posibles), y
que ninguna es tan importante como para aislarse. Eso los bruxellois,
con su carácter abierto y cosmopolita, lo tienen muy claro.
Espero
que te ocurra como a mí, espero que te sientas como en casa en cada
sitio al que vayas. Que te sientas parte de algo más grande, algo
común, algo que nos iguala a todos y nos permite comprendernos mucho
mejor. Que comprendas que eres europeo, y que tienes muchas más
cosas en común de las que en un principio, perdido en tu nuevo
destino, seas capaz de distinguir. Que comprendas que, igual que eres
europeo, tienes muchas más cosas en común de las que piensas con un
canadiense, con un vietnamita, con un mexicano. Sé bruxellois
allá donde vayas, y déjate contaminar por las personas tan
sumamente diversas que tengas a tu alrededor.
Espero
que te sientas más humano, más humilde, más sencillo. En eso debe
consistir el bienestar del que tanto hablamos los europeos, y que
tanto se están empeñando en destruir estos últimos tiempos.
No
me eches después nada en cara, porque ya te aviso: la buena cerveza
amarga, a veces como la hiel. Pero después, cuando tienes la lengua
libre, cuando tu nariz se despeja y cierras los ojos, y sientes las
manos de las personas que han hecho posible ese líquido que estás
degustando, y casi puedes llegar a ver los campos de donde ha
salido... es entonces cuando guardas la botella. Las guardas todas.
Para que nunca se te olvide a qué olía ese momento. A qué huele la
vida de verdad, la intensa, la que duele, y reconforta y alegra, y
entristece.
Y
si después de esto piensas, “¡dios santo, cómo le explico yo a
mi madre que la Erasmus no es sólo cerveza!”... no te preocupes;
cuando te mire a la cara mientras le hablas comprenderá, tan bien
como espero que lo estés comprendiendo tú, que en lo que estás
viviendo cualquier parecido con la cerveza es pura coincidencia.
Santé,
salud.